En marzo de 1976, los militares con apoyo de la iglesia católica, los grandes grupos empresarios, la burocracia sindical y los banqueros internacionales iniciaron una dictadura cívico-militar en el territorio del Estado argentino. La destrucción de vidas por la tortura, los secuestros y las desapariciones forzadas sumadas al exilio de miles de personas, prepararon el terreno para la aplicación de las políticas que hoy nos imponen.
La dictadura cumplió la tarea, iniciada años antes, de aniquilar la resistencia de trabajadores organizados altamente combativos, de organizaciones sociales y de grupos políticos armados. Reemplazados los gobiernos militares cobró central importancia esta “represión preventiva” cuyo objetivo es disciplinar a la clase de cuyo seno surgen la resistencia y la confrontación. Así, los gobiernos que administran el estado argentino tratan de garantizar que Nunca Más el sistema de explotación capitalista sea cuestionado seriamente en el país. Atemorizando por medio de castigos ejemplares aplicados cotidianamente, potenciados por un alto grado de naturalización hacia el interior de la clase reprimida, y de invisibilización hacia afuera.
La represión no puede simplemente dejar de existir al interior de un mundo dividido en clases. No es el capricho de tal o cual gobernante o policía, no es solamente la continuidad de funcionar de la dictadura de en la democracia: es parte del plan de sistemático de la burguesía para reprimir a nuestra clase. Un mundo en el que los medios de reproducción de la vida son propiedad de una minoría requiere una represión sin piedad contra todos, una represión que castiga a quien se atreve y que “educa” a quien quería atreverse.
Los desafíos están a la vista, sin la destrucción de esta sociedad de clases tal como está conformada siempre habrá torturadores, criminales de Estado y milicos asesinos. Asumamos el hecho de que sólo la revolución social liquidará para siempre el terrorismo de Estado, que militar o democrático es la dictadura del Capital.
Actuemos asumiendo un carácter enteramente internacionalista en esta lucha de siempre, la de los fusilados, de las encarceladas, de las desaparecidas, de los perseguidos en todo el mundo contra ese mismo enemigo: el capitalismo y su Estado.
Hoy como ayer el camino debe ser el de la lucha. No basta con la memoria y el repudio al genocidio… ¡y mucho menos materializando aquello en un museo oficial!
La dictadura cumplió la tarea, iniciada años antes, de aniquilar la resistencia de trabajadores organizados altamente combativos, de organizaciones sociales y de grupos políticos armados. Reemplazados los gobiernos militares cobró central importancia esta “represión preventiva” cuyo objetivo es disciplinar a la clase de cuyo seno surgen la resistencia y la confrontación. Así, los gobiernos que administran el estado argentino tratan de garantizar que Nunca Más el sistema de explotación capitalista sea cuestionado seriamente en el país. Atemorizando por medio de castigos ejemplares aplicados cotidianamente, potenciados por un alto grado de naturalización hacia el interior de la clase reprimida, y de invisibilización hacia afuera.
La represión no puede simplemente dejar de existir al interior de un mundo dividido en clases. No es el capricho de tal o cual gobernante o policía, no es solamente la continuidad de funcionar de la dictadura de en la democracia: es parte del plan de sistemático de la burguesía para reprimir a nuestra clase. Un mundo en el que los medios de reproducción de la vida son propiedad de una minoría requiere una represión sin piedad contra todos, una represión que castiga a quien se atreve y que “educa” a quien quería atreverse.
Los desafíos están a la vista, sin la destrucción de esta sociedad de clases tal como está conformada siempre habrá torturadores, criminales de Estado y milicos asesinos. Asumamos el hecho de que sólo la revolución social liquidará para siempre el terrorismo de Estado, que militar o democrático es la dictadura del Capital.
Actuemos asumiendo un carácter enteramente internacionalista en esta lucha de siempre, la de los fusilados, de las encarceladas, de las desaparecidas, de los perseguidos en todo el mundo contra ese mismo enemigo: el capitalismo y su Estado.
Hoy como ayer el camino debe ser el de la lucha. No basta con la memoria y el repudio al genocidio… ¡y mucho menos materializando aquello en un museo oficial!
NI VOTOS NI BOTAS… ¡REVOLUCION SOCIAL!
Anarquistas. Rosario 2010
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